De madrugada, Marina miraba al mar, mientras manoseaba su
manta multicolor y musitaba la marcha, que su madre marcó, cuando Marina era una muchacha.
Por la mañana, Marina
mantenía en sus manos, por la mollera, la marmota que Marta le mostró meses
antes, y Marina motivada por la manutención de mascotas, minimizó el momento de
la muerte del mamífero montando una mosquitera movible para su mache y su
machacamiento.
Juntas de la mano, vistiendo sus mangas y sus minifaldas se
maravillaban ante las obras de Madrazo y las magnolias del marco del muro mancillado del Mediterráneo, las medusas del mar y el
mercado del mundo.